En las horas
del anochecer, se oye, hacia el rumbo de la población de Izalco, en el
departamento de Sonsonate, un graznido que sume en pánico a las familias de los
barrios de ladinos e indígenas. Se trata de la Cuyancúa. Quienes la
oyen se encomiendan a Dios, se ponen en actitud beatífica y, con los ojos
cerrados, piensan en el terrible animal.
Cuando alguien
de fuera de Izalco pregunta acerca de ese ser que origina tan terribles sonidos
y espantos, las personas del lugar le dicen que la Cuyancúa es una enorme
culebra que vive en los alrededores desde hace muchos años, tanto que los
relatos de su existencia se remontan a los tiempos de los abuelos de los
abuelos.
Algunas
personas aseguran haber visto de frente el temido ofidio, lo cual produjo tal
impacto que cayeron a la tierra, desmayados y privados del habla. Tiempo
después, al salir del trance originado por el miedo, esos protagonistas de la
leyenda viviente narrarían sus experiencias a sus familiares y amigos, en los
que brindarían detalles de esa visión legendaria, de esa serpiente en que se
funden el misterio y el espanto.
Algunas
personas aseguran que la Cuyancúa hace
que brote agua de la parte de tierra en donde escarbó para echarse. De allí
mana un agua limpia y fresca, que puede beber sin ningún riesgo.
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