Al finado Gabriel le aconteció lo siguiente; un día en el cual
estuvo trabajando fuertemente estaba en la noche acostado en el corredor
fumándose un puro y pensando en ir a
visitar a la Chabelona su novia; pero se sentía muy cansado aunque sin sueño y
al fin se decidió por ir. Se paró y en ese momento el reloj del cabildo daba las doce de la noche, achiss que noche
es ya se dijo, pero voy a ir, de todas maneras no tengo sueño pensó. Comenzó a
caminar, cuando llego a la bocacalle escucho el ruido de los animales domésticos,
murmullo característico de cuando tenían
miedo; de repente sintió un vientecito tibio y posteriormente un viento
fuerte que levantaba remolinos de hojas y basura; y de uno de estos remolinos
apareció un hombre alto y seco; que
poniéndose las manos en la boca como bocina soltó un grito tan fuerte
que más parecía sirena, comenzó ronco y
lo fue afinando, agudizándose hasta terminar en silbido. A medida que
gritaba el hombre iba creciendo, estirándose hacia arriba; de repente dejo de
gritar y desapareció; Gabriel cuando consideró estar fuera de peligro, se
regreso a tirar a la cama; del gran
susto lloró y hasta fiebre le dio, y no supo nunca a qué hora se durmió.
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